Principio de incertidumbre
Querido Felipe, te escribo estas líneas desde el pasado. Cuando el instituto me ofreció un espacio para dejar un mensaje en la cápsula de tiempo solo pensé en escribirte. ¿Quién diría que este cilindro de titanio enterrado a decenas de metros podía ser el mensajero de nuestra correspondencia? Me imagino el evento de apertura de la cápsula: los adultos abriendo las cartas que se escribieron cuando eran niños, reencontrándose con sus viejos juguetes, con noticias ahora históricas y con chucherías de nuestra tecnología actual que serán tan obsoletas y pasadas de moda como piezas de museo. Y te imagino a vos, sorprendido de encontrar una carta mía.
Me pregunto en qué circunstancias estarás leyendo esto, dentro de cuarenta años. ¿Tomarás todavía tu café con leche? ¿Seguirás frunciendo el ceño cuando piensas en los infranqueables misterios de la materia? Espero que hayas logrado tus sueños, que hayas dirigido cientos de experimentos y que tu nombre esté grabado en la historia de la ciencia.
Ojalá ahora estés retirado disfrutando de tu madurez en compañía de tu familia. ¿Tendrás nietos? ¿Estarás casado con Estela todavía? ¿Tendrás otro matrimonio? ¿Quedará en tu abrazo algo del vigor de tu juventud? Ojalá recuerdes mi voz y te resulte dulce esta carta. Leeme con esa melancólica actitud con la que se recuerdan los viejos amores fugaces. Porque tal vez fuimos, para vos, solo eso.
¿Recordás cuando trabajabamos en el experimento de Young? “El experimento de doble rendija” siempre me pareció un nombre curioso. Mi madre nunca comprendió en qué consistía nuestro trabajo en el laboratorio. —Andá a jugar con tus lasers y tus espejitos—, me decía, como si fuera un niño. El experimento de Young no es difícil de explicar, vos lo decías así: “para comprobar si la luz consiste de partículas o de ondas, se hace pasar un haz por dos pequeñas ranuras, y luego se examina qué patrón grabó la luz en una placa fotográfica que está detrás. Si hay dos columnas, entonces la luz está formada por partículas discretas que han pasado por una o por otra ranura, si hay un patrón de interferencia son ondas que han pasado por ambas ranuras al mismo tiempo”. Y mamá siempre preguntaba —¿Y cuál es el resultado?—. Ahí es dónde la explicación se hace más complicada: —Se comporta como ondas cuando no es observada; y se comporta como partículas cuando se requiere conocer la posición de cada fotón—. Eso deja a todos atónitos. ¡La física cuántica es tan contra-intuitiva!. Vos te reías por dentro pero por fuera decías con tu tono más “científico”: —la función de onda colapsa en puntos cuantizables cuando interactúa con otras partículas y se enlaza a una cadena determinística.
Nosotros, los científicos, nos hemos acostumbrado a hablar de incertidumbre, pero para el común de los mortales que no está empapado de las minucias de la física cuántica, los objetos están en un lugar o están en otro. No es posible imaginarse que una silla no ocupa un lugar en el espacio hasta que es observada. Eso es porque la amplitud de la onda de las posibilidades de la posición en el espacio de una silla es infinitamente menor que la silla, por eso mantiene una coherencia con su posición pasada. Al hacer zoom en el mundo cuántico esas certezas ya no existen. Cada partícula está en una nube de posibilidades de posición hasta que es observada.
Ayer me dijiste: no hay “cosas” sino “acontecimientos” sucediendo. ¿No es eso poético? Cuando miramos un efecto producido por una partícula en un lugar específico, allí es requerida la información de su posición y características, en ese momento, ¡en ese momento exacto! Deja de ser una onda y se comporta como un objeto.
Como en la paradoja del árbol que cae en el bosque donde nadie puede oírlo, no sabemos qué sucedería con el comportamiento de las partículas si no estuviéramos aquí para observar los resultados. ¿Sería el universo, una malla ondulante de posibilidades que nunca se concretan? ¿Será nuestra realidad la materialización de una sola solución posible de la función de cada partícula? ¿Es más real el fotón que observamos pasar por una de las ranuras que la posibilidad negada de haber pasado por la otra? ¿O solo lo consideramos real porque estamos en ese posible universo? ¿Conocerás ya las respuestas a todo esto en tu tiempo?
La ciencia habrá avanzado tanto en estas décadas que nuestro experimento te parecerá primitivo y anticuado. Sospecho, sin embargo, que aunque se conquisten todos los secretos de la materia, el corazón seguirá teniendo misterios. ¿Qué sabe Heisenberg de la incertidumbre del amor? ¿Acaso nuestro destino también se compone de ondas de posibilidades? Acaso somos, amor mío, el fotón que pasó por la ranura izquierda del experimento de Young, y en otro posible universo, nuestra función se materializó como pareja y hemos vivido juntos todos estos años.
Nunca quise interponerme en tu matrimonio. ¿Seré demasiado cobarde? Los apasionados momentos que pasamos juntos me han marcado de por vida, pero sé que tu lugar está con tu familia. Un amor como el nuestro jamás será aceptado en esta sociedad. Mientras te escribo esta carta estás marchando al aeropuerto. Viajarás a Suiza para hacerte cargo del Instituto Suizo de Física Avanzada. Me resulta de una dulcísima tristeza imaginar la vida que pudimos haber tenido juntos.
¿Habrá avanzado con la ciencia también la consciencia? Si es así, amado mío, será tu presente un futuro feliz para muchos. Si tan solo las personas aprendiéramos a unirnos y a aceptarnos como lo hace el universo. Si cada interacción con el otro hiciera colapsar nuestras incertidumbres seríamos, entonces, una mejor sociedad compuesta de gente más libre.
Ayer conversamos sobre las consecuencias de nuestros experimentos. Vos crees que lo que hace colapsar la función de cada partícula es el instrumento de medición.
Yo, en cambio, creo en la interpretación de John Cramer: las funciones de posición colapsan porque se superponen con la onda de la misma partícula viajando hacia atrás en el tiempo. Es la consciencia el gran disparador de la realidad. Si decido no mirar los medidores de cada ranura del experimento de Young, entonces la luz seguirá comportándose como onda y el resultado en la placa será el patrón de interferencia. Si los miro, obligo a la realidad “del pasado” a poner la posición de sus partículas en una u otra rendija del experimento. ¡Nunca pude convencerte de evaluar esa posibilidad! Si tengo razón, entonces, todo el universo es una gran máquina del tiempo enviando información hacia adelante y hacia atrás para saber dónde ubicar cada partícula. El factor reactivo, querido Felipe, no es otra cosa que la consciencia… y qué mayor acto de consciencia que el amor.
El tiempo habrá puesto entre nosotros suficiente distancia y eso me anima a expresarme con libertad. Seré valiente en el futuro como no me atrevo a serlo en el presente.
Junto con esta carta te envío un sobre sellado con el resultado de los detectores de fotones del experimento de Young que realizamos ayer. Dije en el laboratorio que el experimento fue fallido porque hubo un mal funcionamiento en los equipos, pero mentí. Guardé, sin mirar, los datos de los detectores en un sobre que te envío en la cápsula de tiempo junto con mi carta. La placa fotográfica la tengo conmigo en este momento. Si correspondés mi amor… si siempre me amaste y también te preguntas cómo hubiera sido nuestra vida juntos, abrí el sobre y lee los resultados. Mirá con atención cada dato y concéntrate en qué ha detectado el medidor de cada ranura.
Cuando seas consciente de los datos precisos sobre qué partículas pasaron por cada rendija, se producirá un efecto de retrocausalidad. La luz que ha participado en el experimento (para mí hace un día y para vos hace cuarenta años y un día) deberá colapsar la función de posición de cada fotón y se formarán los resultados de placa que tengo en mis manos, como dos columnas de pequeños puntos. Si, en cambio, decides no abrir el sobre con la información de los detectores, o si acaso esta carta no llega a tí, el haz no necesitará elegir por qué ranura pasó cada partícula, se comportará como ondas y en la placa fotográfica estará marcado el patrón de interferencia.
Mis manos tiemblan al abrir el el sobre de la placa fotográfica. En caso de que sea el resultado que mi corazón espera, pasaré por la sala donde juntan los objetos para la cápsula del tiempo, dejaré esta carta y los datos de los detectores y saldré corriendo a buscarte al aeropuerto, espero llegar allí justo antes de que salga tu vuelo.
Tuyo siempre, Federico.